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Catequista de Kaduna, Nigeria: “Quiero devolver todo lo que he recibido de la fe”

Agustina es una catequista laica, y como el resto de sus compañeras, está perfectamente uniformada. Pero no está en un colegio. Ella tiene 35 años y tres hijos. Está maquillada y se ha puesto su collar de perlas ante la visita de una delegación de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.
En Kwall, provincia de Kaduna, está el único centro de formación de catequistas femeninas de Nigeria y de todo África al que apoya sustancialmente Ayuda a la Iglesia Necesitada. Ella lleva dos años internada junto a 19 mujeres más y en breve recibirán a 10 nuevas.
“Para venir aquí y formarme como catequista laica tuve que dejar a mis hijos con mi hermana y cerré la tienda de belleza que yo tenía”, nos asegura. Agustina tomó esta decisión sabiendo que su trabajo suponía la estabilidad familiar, ya que su marido no tenía empleo fijo, “pero mi marido me apoyó siempre en esta decisión”.

Catequistas laicas en el centro de formación de Kaduna. Nigeria
La decisión de Agustina implicaba dejar a su familia e internarse en este centro durante dos años para formarse como catequista. Entregar dos años de su vida a la Iglesia. Reciben clases y viven en comunidad, de hecho sólo salen a visitar a sus familias tres veces al año: en Navidad, Semana Santa y verano.
“Entré con la oposición de todas mis amigas y de parte de mi familia. Me decían que estaba loca porque dejaba todo y mi marido no tenía trabajo asegurado”, nos dice con una gran sonrisa.
En este centro como Agustina hay madres de familia y también hay solteras, abuelas y viudas que han decidido ser catequistas y evangelizar. Ruth explica que  “en ocasiones echo de menos a mis nietos, hay distancia, pero estoy disfrutando de mi vida espiritual. Cuando vuelva a mi parroquia quiero devolver todo lo que he recibido”.
La misión de estas mujeres formadas es que vuelvan a sus parroquias y ayuden en todo lo posible al sacerdote con catequesis y charlas sobre todo relacionadas con el ámbito familiar. Un trabajo que les colma de alegría y por el que no cobran nada. Son conscientes de que la fe no puede depender sólo del párroco y ellas han dado un paso al frente. Agustina y sus amigas son indispensables en la transmisión de la fe.

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