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LA FAMILIA POSTMODERNA CLAVES PARA SU INTERPRETACIÓN Y COMPRENSIÓN (Parte II)

LA FAMILIA POSTMODERNA CLAVES PARA SU INTERPRETACIÓN Y COMPRENSIÓN

(Parte II)

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La familia es el soporte vital de la sociedad. Hay una relación estrecha entre la familia y la sociedad. La «familiaridad» culmina en «civilidad». En la familia nace, en cierta medida, el «ciudadano». El derecho romano lo expresó afirmando que la familia es «principium urbis». Y la Declaración Universal de los Derechos humanos lo formula con lenguaje moderno diciendo que la familia es elemento natural y fundamental de la sociedad (artículo 16,3). La familia es, pues, la base mínima de la sociedad.

En una aproximación sociológica de carácter pragmático, la familia aparece como una red imprescindible de apoyo, de garantía, de gestión y de promoción de necesidades humanas básicas. Sin la familia, la sociedad carecería del sustrato básico que le sirve de «colchón» para que las fluctuaciones sociales no tengan un efecto gravemente desestabilizador: «Siempre se da por hecho que la familia es un instrumento imprescindible para los niños. Pero se omite que la red familiar no es menos básica para los adultos: para hacer frente al cuidado de los ancianos, como sustento a las situaciones de paro prolongado, para asumir las consecuencias de los casos de droga y de enfermedades como el sida, la atención a los enfermos, y, en gran medida, es la que realiza el apoyo a los hogares con menores donde la mujer se ha incorporado al trabajo extradoméstico. Incluso las instituciones hospitalarias funcionan, en gran parte, por la red de apoyos y cuidados que los familiares suministran a los internados» .

Según la exhortación apostólica Familiaris Consortio, al «ser» de la familia corresponde un «quehacer». En conexión con esta consideración finalística, concreta la misión de la familia en cuatro cometidos generales .

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– Formación de una comunidad de personas;
-Servicio a la vida;
-Participación en el desarrollo de la sociedad;
-Participación en la vida y misión de la Iglesia.

El Concilio Vaticano contempló dos valores fundamentales en el horizonte humanizador de la familia: la persona y la sociedad. Es lo que aparece en la frase inicial -recogida ya más arriba- de su tratado sobre el matrimonio y la familia con la afirmación: «la salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar»

La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, (Medellín, 1968) señaló tres «valores fundamentales» que la familia ha de promover en su función humanizadora . La familia es:

Formadora de personas (cf AA, 11, GS, 61). Para ello cuenta «con muchos elementos. En efecto, la presencia e influencia de los modelos distintos y complementarios del padre y la madre (masculino y femenino), el vínculo del afecto mutuo, el clima de confianza, intimidad, respeto y libertad, el cuadro de vida social con una jerarquía natural pero no matizada por aquel clima, todo converge para que la familia se vuelva capaz de plasmar personalidades fuertes y equilibradas para la sociedad».

-Educadora en la fe. (cf. AA, 11; LG, 11, 41). «Sabemos que muchas familias en A.L. han sido incapaces de ser educadores en la fe, o por no estar bien constituidas o por estar desintegradas, y otras porque han dado esta educación en términos de mero tradicionalismo, a veces con aspectos míticos y supersticiosos, de allí la necesidad de dotar a la familia actual de elementos que le restituyan su capacidad evangelizadora, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia».

-Promotora del desarrollo (cf. GE, 3; GS, 2, 47, 52, 61, AA, 11, 30; PP, 16). La familia «es un factor importantísimo en el desarrollo».

Autor:  P.  Jaime Humberto Henao Franco

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